La primera curadora indígena de Brasil: «Ya no tenemos miedo»
Jill Langlois
El País
El trabajo de Sandra Benites consiste en encontrar puntos en común. La primera curadora indígena de arte de Brasil, una educadora de 45 años que creció en el pueblo guaraní ñandeva, en Porto Lindo, quiere usar el arte para cerrar la brecha entre los brasileños: indígenas y de otros orígenes.
Ella busca una manera de mostrar sus coincidencias, e intenta representar a muchos de los 205 grupos étnicos del país en Historias Indígenas, una exposición de arte indígena global que durará un año y tendrá lugar en el Museo de Arte de São Paulo Assis Chateaubriand, conocido como MASP, en 2021.
Ese hilo compartido, dijo, estará acompañado con ejemplos de narrativa y de la profunda conexión que todos los indígenas brasileños tienen con su tierra. “Lo que más me gusta es mirar la narrativa: todos tienen su propia forma de contar la historia”, dijo Benites. Pero lo que une a los pueblos indígenas, agregó, “es nuestra visión del mundo y de cómo se relaciona con nuestro territorio”. Como una de varios curadores de Historias Indígenas, organizará una exhibición que presentará esculturas, pinturas, fotografías, danza, canciones narrativas, performances y arte audiovisual asociado con la tierra.
En los últimos meses, las tierras indígenas de Brasil han estado en el centro de una batalla entre la administración actual del presidente Jair Bolsonaro, y activistas ambientales, muchos de los cuales son indígenas. A medida que los incendios se extendían hacia fines de 2019 por todo el Amazonas en el norte del país, los líderes indígenas pidieron poner fin a la devastación de décadas de la selva tropical y a los ataques violentos contra los líderes que intentaban proteger sus tierras. Los mineros ilegales, los madereros, los granjeros y los ganaderos se han envalentonado a causa de un presidente que prometió no dar “un centímetro más” de tierra a los pueblos indígenas para que esta, en cambio, pudiera emplearse en actividades que él consideraba más lucrativas para la economía del país.
ImageEl Museo de Arte de São Paulo Assis Chateaubriand, conocido como MASP, presentará en 2021 Historias indígenas, una exposición sobre arte indígena de todo el mundo que durará un año.
Los datos del Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil, conocido como INPE, demostraron que las sospechas de los ambientalistas no eran infundadas. La base de datos Deter mostró que la deforestación anual en la Amazonía del país aumentó un 85 por ciento en 2019, comparada con el año anterior. En noviembre, las cifras del proyecto Prodes de la agencia, que monitorea la bien definida deforestación en la amazonía brasileña, mostró que la deforestación en 2019 estaba en su punto más alto en más de una década, y en un 30 por ciento más que en 2018.
Ahora, Bolsonaro ha comenzado a legalizar actividades como la minería comercial y los proyectos de producción de energía hidroeléctrica en tierras indígenas, una promesa clave de su campaña electoral de 2018. Anunció a principios de febrero su intención de presentar un proyecto de ley al Congreso.
Para Benites, la lucha para proteger las tierras indígenas ha sido un conflicto desde que Brasil fue colonizado por los portugueses, algo que ha significado que los grupos contaron con siglos de práctica para aprender a manejar la situación actual. “Esto siempre ha ocurrido, pero solía estar más velado”, dijo. “Ahora ha sido completamente desenmascarado”.
Agregó: “Hemos estado en contra de esto básicamente desde 1500, lo que significa que ya no tenemos miedo. Recuerdo a mis parientes diciendo: ‘Cuando más nos atacan, más nos alientan’. Estamos conscientes de nuestra propia sabiduría y sabemos cuándo tenemos que luchar, y eso es creando un diálogo con los demás”.
En estos días, los indígenas brasileños enfrentan otro desafío inmenso, ya que el coronavirus ha llegado a sus comunidades. Hasta el 25 de mayo, la Secretaría Especial de Salud indígena confirmó 402 casos y 23 muertes por el virus.
Los recuerdos de los europeos que trajeron la viruela y el sarampión a las comunidades indígenas en la década de 1560 se avivaron cuando un juez emitió una orden el 17 de abril que prohíbe a los misioneros evangélicos entrar al valle del Javari en la Amazonía, donde vive la mayor concentración mundial de tribus aisladas. Pero aún existe la preocupación de que mineros y madereros ilegales, que siguen trabajando en la región, ayuden a propagar el virus ahí.
Benites, quien vive en Río de Janeiro, ha viajado a São Paulo varias veces al mes para preparar Historias Indígenas, buscando arte que invite a la conversación, animando a personas de todos los orígenes a tener discusiones más francas sobre historia, derechos indígenas y cultura, y protección del medio ambiente.