31 de julio de 2020

Werner Herzog: “El cine seguirá existiendo por otros 100 años”

Rocío Ayuso
El País

Si hay una constante en la filmografía del realizador alemán Werner Herzog (Múnich, 77 años) es la búsqueda de la verdad. Por extraños que sean sus documentales más recientes o los trabajos de ficción que le dieron la fama, siempre busca la auténtica esencia de lo que narra. Resulta lógica su atracción por Family Romance, LLC, su último trabajo, tan realista que la revista Variety lo confundió con un documental centrado en la empresa japonesa del mismo nombre que “proporciona ilusiones” para mejorar la vida de sus clientes, ya sean familiares falsos, premios ficticios o substitutos de un esposo demasiado ebrio. “No son mentiras, son representaciones artificiales”, puntualiza el realizador desde su casa de Los Ángeles donde se encuentra confinado por culpa de la pandemia.

Para ser un hombre que remontó el Amazonas con Aguirre y la cólera de los dioses, cruzó las selvas peruanas con Fitzcarraldo y rodó en la boca de un volcán caribeño en La Soufriere, entre otros de sus periplos, no se le nota especialmente incómodo entre las cuatro paredes de su estudio. Le rodean sus libros, a los que estos días recurre más que al cine, y le encantan las videoconferencias que le mantienen en contacto con el mundo, comiéndose la pantalla sin gafas, un punto de vanidad para alguien que, confiesa, nunca se mira en el espejo. La covid-19 le pilló con su próximo documental rodado y atendiendo de forma virtual el estreno de su último filme en diferentes plataformas digitales (en España, Mubi)”. “Family Romance, LLC es una película. Punto. No raya en el documental. Está escrita, interpretada y dirigida. Su tono es tan auténtico que es fácil pensar que es un documental. Pero todo lo que ahí ocurre es mi invención”, subraya con vehemencia.

Alguien tan puntilloso como Herzog tiene que aclarar que realmente la idea no fue suya sino de Roc Morin, uno de sus alumnos de su escuela de cine The Rogue Film School”, quien supo de la empresa japonesa pero no se animó a rodar una historia que fascinó al maestro. “Ruedo desde la urgencia. Y lo tuve muy claro. No es un fenómeno japonés. Solo van por delante. ¡Dice tanto de nuestra civilización!”, se envalentona el septuagenario con la misma energía que tenía a los 20, cuando robó su primera cámara de cine de la escuela de cine de Múnich. La urgencia le llevó a estar rodando en Tokio tres meses más tarde. Hizo lo que les dice a sus alumnos: “No esperes que Hollywood te ofrezca nada. Nadie vendrá con 120 millones de dólares para que ruedes tu próximo proyecto. Remángate y haz cine guerrilla. Hoy se puede hacer cine por poco dinero. Quise volver a mis orígenes, a los días de Aguirre y la cólera de los dioses, cuando no sabías lo que te traería el siguiente recodo del Amazonas. Family Romance, LLC es una idea fantástica y cuando tienes algo así te debes dejar llevar por tu película”.

Esta vez su Klaus Kinski es el propio dueño de la empresa, Yuichi Ishii, que se interpreta a sí mismo o, como aclara el realizador, a una versión de este japonés apocado de treinta y tantos porque, insiste, todo es invención. Herzog también se inventó los diálogos, pero rodó enteramente en japonés (idioma que no habla) para darle una mayor naturalidad y dejó que los no actores, en su mayor parte los trabajadores de esta compañía, improvisaran sus conversaciones. Él se guio por una intérprete, pero sobre todo, por el sonido de la conversación. “Hay algo de cine guerrilla en toda mi filmografía. Incluso cuando trabajé con Nicole Kidman, Christian Bale o Nicolas Cage. He hecho unos 74 filmes en unos 50 años. Y hacer tanto cine me ha enseñado a hacer cine. A hacerlo rápido y bien”, resume.

Hablar de cine le ilumina la mirada. Un gran conversador, o quizás un gran mentiroso, le gusta contar sus pifias, la ausencia de permisos para rodar en Tokio, que los títulos de crédito sean inventados –”incluso la asesoría legal, siempre he sido mi propio abogado”, asegura— o que no haya rodado más de 350 minutos de vídeo para una película de hora y media cuando cualquier otro director necesitaría de 300 a 3.000 horas. “Mucho de lo que ves en las grandes producciones está inflado. No se necesitan equipos de 150 personas”. De ahí el cambio que han acelerado las plataformas, dice. “El cine seguirá existiendo por otros cien años. Pero lo que vamos a ver, va a sufrir un gran cambio”, vaticina apoyándose en la pandemia.

Quizás esta misma labia le hizo actor en estos últimos años con trabajos junto a Tom Cruise (Jack Reacher) o, más recientemente, junto a El Niño (más conocido como baby Yoda) en The Mandalorian. Aunque dijo haber interpretado este papel para pagar su filme, que financió de su bolsillo, hoy lo desmiente. “Está claro que gané algo de dinero, pero para entonces ya había rodado y la película estaba montada”, aclara nada enamorado de la interpretación. “Siempre soy el villano. Nadie me da una comedia pese a que mis filmes tienen mucho humor”. Humor con grandes temas como la soledad de la sociedad en la que vivimos. No necesariamente la suya, ya que dice gozar una vida tranquila junto a su esposa, Lena.

Pero como vaticinó en los años ochenta, recuerda, la Internet que tanto ama y que tantas puertas ha abierto al mundo también nos ha llevado a perder el contacto, eso que nos hace humanos. Una búsqueda que, subraya, es parte de su filmografía, desde El enigma de Kaspar Hauser a Fitzcarraldo y ahora, Family Romance, LLC. “Dicho esto, no hago cine como un comentario social. Hago cine porque me gusta narrar. Eso no quita que plantee grandes preguntas. Como, por ejemplo, si esta pandemia reactivará nuestro contacto humano”.

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