7 de agosto de 2020

El estatus social de una persona se puede conocer analizando su pelo

Daniel Mediavilla
El País

Como en los testigos de hielo que se recogen en las regiones polares se puede reconstruir la historia climática de la Tierra, a través del pelo que dejamos en el suelo de una peluquería es posible conocer nuestra dieta. Y con ella, el lugar que ocupamos en la sociedad. Un estudio publicado esta semana en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences explica cómo un equipo de científicos recogió muestras de pelo de 700 personas en peluquerías de 65 ciudades de EE UU y de 29 áreas distintas de la región de Salt Lake City, en el estado de Utah. Los autores, investigadores de la Universidad de Utah, observaron que la medición de los isótopos de carbono del cabello permitía conocer las diferentes dietas de los individuos, que además estaban relacionadas con el coste de vida en cada una de las zonas de Salt Lake donde se habían cortado el pelo. Esos isótopos también permitían estimar el coste de cada corte de pelo.

Hace casi tres décadas, James Ehleringer y Thure Cerling, autores del artículo, comenzaron a investigar el modo en que la dieta de los mamíferos podía quedar inscrita en su cabello. Diferentes tipos de comida contienen variantes de los mismos átomos con distinto peso (isótopos) y cuando con la digestión los alimentos se descomponen en aminoácidos, esos isótopos acaban fijados por todo el cuerpo, también en el pelo. Con esta técnica, además de la dieta, han podido determinar los lugares por los que ha viajado una persona, porque el agua de cada sitio tiene una mezcla de isótopos particular. Otros investigadores, como Glen P. Jackson, de la Universidad de Virginia Occidental, han propuesto el uso de estas técnicas para identificar a criminales que se han dejado pelos en la escena del crimen a través de los cuales se podría reconstruir su estilo de vida para ayudar a capturarlos.

En sus datos, los autores observaron que la señal isotópica del maíz quedó marcada en el cabello de las personas de áreas con menor poder adquisitivo. Esto indica que las personas de esas zonas comían carne de animales alimentados con este tipo de grano, algo que sucede en explotaciones masivas que producen carne más barata y de peor calidad. En otra vertiente del estudio, pudieron comprobar que los porcentajes de isótopos de carbono y nitrógeno también se podían relacionar con tasas de obesidad, más elevadas entre las personas más pobres.

En un comunicado de la Universidad de Utah, Ehleringer plantea que el análisis del cabello puede ser una forma mejor que las habituales encuestas para conocer la dieta de la población. “Este tipo de medidas no están sesgadas por recuerdos personales, o falsos recuerdos, que se habrían reflejado en las encuestas sobre su dieta. Como medida integrada y a largo plazo de la dieta de un individuo, esta medida se puede emplear para entender las elecciones dietéticas de personas de distintos grupos de edad y estratos socioeconómicos”, afirma Ehleringer. Aunque lo que plantea el investigador de Utah tiene sentido, la comparativa entre los resultados de encuestas para conocer las dietas de las personas y el análisis isotópico de su pelo, no deja mal a las primeras. En un estudio japonés de 2016, se observó que había una correlación significativa entre los resultados que ofrecían ambos métodos.

Métodos como los que ayudaron a desarrollar Ehleringer y Cerling han servido también para conocer la alimentación de individuos a los que no se podía pedir elaborar encuestas, como los humanos que murieron hace decenas de miles de años o los bonobos y chimpancés. Entre estos últimos animales, como entre los clientes de las peluquerías alrededor de Salt Lake City, los isótopos del pelo hablan de diferencias sociales. Entre los chimpancés, investigadores del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania) observaron que unos pocos machos adultos consumían una cantidad importante de carne en lugar de ceñirse a la fruta y otros frutos que suponen la dieta para hembras, jóvenes y los machos menos dominantes. Entre los bonobos, junto con los chimpancés los animales más próximos a los humanos, el estatus social también se ha podido observar en su pelo. Los jóvenes tienen menos cantidad de nitrógeno, algo que se explicaría porque debido al lugar inferior que ocupan en el escalafón de su grupo no suelen incluirlos en el reparto de carne. El pelo delata que las diferencias sociales han acompañado a los ancestros humanos desde hace millones de años.

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