3 de marzo de 2021

«Hay un principio y un final para nuestro mundo»

Manuel Ansede
El País

El astrónomo alemán Heino Falcke encabezó una de las aventuras científicas más ambiciosas de la historia: la toma de la primera imagen de un agujero negro, un proyecto internacional que requirió coordinar ocho potentes telescopios en todo el mundo, desde México al Polo Sur, y una financiación europea de 14 millones de euros. Falcke vivió las observaciones en España, en el radiotelescopio del Pico Veleta, a unos 2.900 metros de altura en Sierra Nevada. El investigador recuerda aquellas noches de abril de 2017, cuando aprovechaba las pausas para empuñar un cuchillo jamonero y picotear “una enorme pata de jamón serrano” que sus colegas españoles tenían dentro del telescopio. En la cercana ciudad de Granada comenzaban las procesiones de Semana Santa. A Falcke, un cristiano devoto nacido en Colonia hace 55 años, los pesados movimientos nocturnos del telescopio le recordaban al bamboleo de los pasos de las cofradías. El científico, profesor de la Universidad Radboud de Nimega (Países Bajos) y también pastor protestante, con autoridad para oficiar bodas, bautizos y funerales, rememora: “Era como estar en un monasterio. Estaba feliz, me sentía más cerca del cielo”.

El equipo de astrónomos asombró al mundo el 10 de abril de 2019 con la primera imagen de un agujero negro: el situado en el centro de la galaxia Messier 87, a tal distancia de la Tierra que se necesitarían 55 millones de años para llegar a él yendo a la velocidad de la luz. Era como ver un pelo a 350 kilómetros. En una multitudinaria rueda de prensa en Bruselas, Falcke mostró la imagen —una monstruosa sombra rodeada por un anillo de gases a temperaturas inconcebibles— y declaró: “La sensación es como la de estar mirando las puertas del infierno”. El astrónomo alemán relata ahora en un libro, La luz en la oscuridad (editorial Debate), aquella epopeya científica y defiende que la ciencia es incapaz de ofrecer respuestas a las grandes preguntas de la vida.

Pregunta. ¿Por qué habló de “las puertas del infierno”?

Respuesta. No son las puertas del infierno, obviamente, pero me gusta utilizar analogías bíblicas, porque crecí con ellas. La segunda razón es que recuerdo una de las grandes noticias de cuando yo era un joven estudiante: el descubrimiento de las fluctuaciones de la radiación de fondo de microondas [una reliquia de la gran explosión del Big Bang]. El astrofísico estadounidense George Smoot dijo entonces en una rueda de prensa que estábamos viendo “la cara de Dios”. El Big Bang es el comienzo del espacio y del tiempo, mientras que los agujeros negros son el final del espacio y del tiempo. Quería contraponer algo a esa idea de la cara de Dios, por eso hablé de las puertas del infierno. Creo que sirvió para captar la imaginación de la gente. Los agujeros negros no tienen solo un significado científico, también son una especie de cuento mitológico moderno, como los dragones o los dibujos del infierno de Dante en el pasado. La gente ve un agujero negro y siente algo, al margen de la ciencia.

P. Usted habla en su libro del fallecimiento de su madre y relaciona la muerte humana con los agujeros negros.

R. La muerte se presenta como la última frontera para todo ser humano. Y los agujeros negros también son la última frontera. Pero las personas no nos detenemos en esas fronteras. Piensas más allá de la muerte, aunque no seas creyente. Esos límites fascinantes nos dan miedo, pero también nos hacen pensar más allá. La muerte es una pérdida terrible, pero para algunos también puede suponer una esperanza. En el cristianismo y en otras religiones la muerte no es el final, sino un principio. Incluso en ciencia pensamos que en el borde de un agujero negro puede ocurrir algo novedoso, una nueva física.

P. ¿Qué hay más allá de esas “puertas del infierno”, dentro de un agujero negro?

R. Por lo que sabemos, una destrucción automática. Es un agujero en el que puedes meter una cantidad casi infinita de materia. Hay gente que habla de agujeros blancos, por los que puedes llegar a otros universos, pero son especulaciones matemáticas y no hay pruebas de que existan. Yo no creo que los agujeros negros sean la puerta a otro universo.

P. Usted sostiene que la ciencia no es la clave para explicar el universo. Afirma incluso que las ciencias experimentales no responden las grandes preguntas sobre la vida.

R. ¿Algún acelerador de partículas ha contestado nuestras grandes preguntas sobre la vida? La ciencia responde muchas preguntas y aviva nuestras mentes. Los experimentos nos ayudan a entender mejor nuestro universo y a veces a nosotros mismos, pero la humanidad es más que experimentos científicos. No piensas en ti mismo como una máquina, sino como alguien que puede sentir y pensar en términos abstractos. Esto no lo explica la física. Yo no quiero vivir en un mundo sin ciencia, pero tampoco quiero vivir en un mundo en el que solo cuente la ciencia. La esperanza, el amor y la fe trascienden la ciencia.

P. Como astrónomo y cristiano, ¿cómo se imagina el origen del universo?

R. Pienso lo mismo que el relato científico: hubo un Big Bang y la evolución hasta llegar a los seres humanos siguió las bases de las leyes naturales, pero esto no responde de dónde procede el Big Bang. Incluso si lo atribuyes a una fluctuación del vacío, esto no explica el origen. Para mí, las leyes naturales son leyes de Dios, son una expresión del Creador, igual que nosotros mismos. Nuestros sentimientos, nuestras almas, reflejan algo que ya existía al principio.

P. El destino del planeta Tierra es ser engullido por el Sol. ¿Cree que la futura extinción de la humanidad es un plan de un dios?

R. Una de las enseñanzas cruciales de la Biblia es que hay un principio y un final. Hay un principio y un final para tu vida y también hay un principio y un final para nuestro mundo. Ahí acaba la ciencia y empieza la fe, porque tenemos la esperanza de que haya un nuevo mundo y una nueva vida. No sabemos científicamente cómo funciona, pero tampoco sabemos cómo empezó todo. Incluso el universo parece increíble, pero existe.

P. Dice en su libro que, si se descubriera vida extraterrestre, la vida aquí en la Tierra no cambiaría mucho, ni siquiera las religiones. ¿Cree que la Biblia, el Corán o el Talmud tienen sentido si hay civilizaciones extraterrestres ahí fuera?

“Yo no quiero vivir en un mundo sin ciencia, pero tampoco quiero vivir en un mundo en el que solo cuente la ciencia. La esperanza, el amor y la fe trascienden la ciencia”

R. Sí. La Biblia es la larga historia de la experiencia de los humanos con Dios aquí en la Tierra. Yo, por supuesto, creo que todo el universo fue creado. Si descubrimos extraterrestres creo que lo primero que querríamos hacer, como se hizo en el pasado, es enviar misioneros, para hablar con ellos también desde un punto de vista espiritual. Si pudiéramos hablar con ellos aprenderíamos mucho, sobre el universo y también sobre nosotros mismos, pero creo que eso no cambiaría quiénes somos, porque nuestra historia en este planeta es la misma, al margen de lo que haya fuera. Creo que ellos también se preguntarían si existe un Creador. En el libro escribo que descubrir vida extraterrestre tendría poco efecto porque no podríamos hablar con ellos: la distancia es tan grande que no puedes conversar [ni siquiera con señales emitidas a la velocidad de la luz]. Esto no es como en Star Trek, que en unos pocos días van y vienen. Yo creo que nuestra fe no cambiaría.

P. En el libro también afirma que hay que ser escéptico en la ciencia y en la religión. ¿Usted a veces piensa: “Quizá estoy equivocado y Dios no existe”?

R. Sí. Yo gané en Países Bajos el Premio Spinoza, considerado el Nobel neerlandés. Un día tenía entrevistas con 10 periodistas y todos me preguntaban: “¿Cómo? ¿Eres cristiano? ¿Y no tienes problemas para conciliar la ciencia y la fe?”. Me lo preguntaron 10 veces y al final pensé: “Si todo el mundo me lo pregunta, ¿será cierto?”. No hay nada que yo me pueda demostrar a mí mismo al 100%. La fe es una decisión que tengo que tomar una y otra vez: quiero creer y creo. Pero mi fe cambia, por supuesto. Unas veces es más ingenua que otras. No todo lo que dice tu pastor es correcto. Hay que ser escéptico. Quizá las iglesias se están quedando vacías porque no han sido suficientemente críticas consigo mismas. La ley principal es: ama a tu prójimo como a ti mismo. ¿Estamos haciendo eso?

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