Así influye el agujero de ozono en el hielo de la Antártida
Redaccion
National Geographic
El ozono estratosférico —no confundir con el ozono troposférico—, el cual se encuentra entre la superficie de la Tierra y los 15 kilómetros de la atmósfera, actúa como un potente contaminante gas de efecto invernadero y forma parte la capa que nos protege de la radiación solar. Cuando hablamos del agujero de la capa de ozono nos referimos precisamente a este ozono protector. No se trata de un agujero en el sentido estricto de la palabra, sino a una disminución de la densidad de este gas en las partes altas de la atmósfera que se traduce en un incremento de la radiación ultravioleta que llega a la superficie de la Tierra y resulta perjudicial tanto para los ecosistemas como para los seres vivos.
Sin embargo, el agujero de ozono no solo afecta la salud de los ecosistemas humanos, terrestres y marinos. A gran escala también afecta los procesos químicos ambientales en el Polo Sur, entre ellos especialmente al relativo al yodo, un elemento indispensable en el metabolismo de muchos seres vivos entre los que nos incluimos nosotros. Esta es, al menos, una de las conclusiones que se desprenden de la investigación internacional que bajo el título Antarctic ozone hole modifies iodine geochemistry on the Antarctic Plateau, se publicaba el pasado mes noviembre en la revista Nature Communications.
Para llevar a cabo su trabajo, el equipo dirigido por el investigador Andrea Spolaor, del departamento de Ciencias Ambientales, Informática y Estadística de la Universidad Ca’Foscari de Venecia, se dirigió a la Antártida, donde el hielo alberga una información muy valiosa sobre el pasado de la atmósfera de nuestro planeta.
Allí, cerca de la estación internacional de investigación Concordia, el equipo extrajo un núcleo de hielo de unos 12 metros de largo con el objetivo de analizarlo químicamente y descubrir la evolución temporal del yodo durante un período de dos siglos, entre los años 1800 y 2012. “Por primera vez fue posible observar y evaluar los efectos de la radiación ultravioleta sobre la concentración de este elemento en la nieve”, explica Spolaor. «El yodo juega un papel clave en la química atmosférica polar y en el balance radiativo del planeta —la cantidad de energía que entra, se refleja, absorbe y emite la Tierra en conjunto— por lo que estudiar el intercambio de yodo entre la nieve y la atmósfera es crucial para afinar las proyecciones ambientales y climáticas futuras», añade. Una afirmación respaldada por el estudio paralelo realizado por investigadores del CSIC en el que se constata que este halógeno, el yodo, es el junto al cloro y el bromo el tercer mayor responsable de la destrucción de la capa de ozono antártica.
«Las implicaciones de este descubrimiento son muchas y tienen el potencial de abrir nuevos horizontes en la investigación paleoclimática», explica Carlo Barbante, director del CNR-Isp y también profesor de la Universidad Ca’ Foscari. Los registros de yodo en el hielo interior de la meseta antártica actúan como un archivo de miles de años sobre las concentraciones pasadas de ozono estratosférico,» y en este sentido, su estudio tiene el objetivo de evaluar las posibles fluctuaciones de ozono estratosférico que podrían haber tenido lugar en el pasado, lo que potencialmente podría aplicarse hasta hace 1,5 millones», continúa Barbante. «Nuestros resultados muestran que la concentración de yodo en el hielo se mantuvo constante durante el período previo al agujero de la capa de ozono, entre los años 1800 y 1974, pero se duplicó desde 1975».
«Más de 40 años después de la identificación del agujero de la capa de ozono estratosférico, estos resultados también son relevantes a la luz de los desafíos ambientales y climáticos presentes y futuros», comenta por su parte François Burgay, coautor de la investigación y postdoctorado en el Instituto Paul Scherrer. «Con este trabajo, mostramos cómo los humanos tienen un impacto sobre el medio ambiente, ya que incluso cuando se mitigan adecuadamente los impactos que generamos mediante la adopción de protocolos internacionales, los problemas pueden continuar durante muchas décadas con consecuencias en gran parte desconocidas». Por esta razón, y también en vista a próximas cumbres internacionales sobre el clima, debemos actuar con rapidez para limitar los efectos a largo plazo del cambio climático que ya está en marcha. El factor tiempo es decisivo», concluye.