4 de marzo de 2022

‘The Batman’: Matt Reeves encuentra en las tinieblas el nuevo camino para el caballero oscuro

Javier Ocaña
El Pais

Matt Reeves ha encontrado un nuevo camino para Batman en el cine por el trecho más insospechado: el de las tinieblas. Insospechado porque después de las muy prestigiosas aportaciones de Christopher Nolan al universo del superhéroe de la casa DC Cómics, con El caballero oscuro fijando su mirada en los thrillers de Michael Mann —y Heat como cima de sus referentes—, y un retrato de personajes de disfrutable complejidad, parecía que no podía haber nada más oscuro, lúgubre, grave y solemne. Y, sin embargo, llega Reeves con The Batman y demuestra que en materia de lobreguez no hay límites, sobre todo para un personaje tan torturado. Tres horas de tenebrismo de lujo: en la imagen, la sonorización, la propuesta musical y el interior de sus criaturas.

Lo mejor es que ese estilo tan atormentado, elevado y rugoso nunca resulta grandilocuente ni pretencioso. Hay múltiples ideas en Reeves, director y coguionista. Lo único dudoso es que su apuesta por la majestad de las sombras, y únicamente de las sombras, con un metraje quizá desproporcionado, puede llevar a una parte de la platea, principalmente a los amantes de la acción, la lucha, los efectos digitales y la marcha popular, a un terreno en el que solo encuentren tortura mental y poca diversión.

The Batman es un policiaco de la vertiente procedimental, en busca de un asesino en serie de formas terroristas que no es sino Enigma, con relevantes pinceladas de cine negro americano. Seres humanos precipitados hacia una caída fatal, no tanto físicamente —que también— como interiormente. Angustia y desesperación. Existencias predominantemente nocturnas, con leves fronteras entre el heroísmo y la villanía, que deambulan por una sociedad violenta, cínica y corrompida desde arriba hasta abajo. Sin embargo, pese a todos esos apuntes de neonoir, la película parece tener como principales semillas dos estilos no demasiado lejanos el uno del otro: los thrillers conspiranoicos de los años setenta de Alan J. Pakula, con Todos los hombres del presidente y Klute como paradigmas, y parte de las obras completas de David Fincher, con la obsesiva búsqueda de Zodiac y la constante lluvia de Se7en como señas de identidad de un nuevo Batman, ciudadano de una sociedad a la deriva moral y perplejo en su condición de superhéroe.

Reeves, que comenzó su carrera con una primera colaboración junto a su amigo J. J. Abrams en Future Shock (1994), con una extraña comedia romántica titulada Mi desconocido amigo (1996), que desde hoy se puede convertir en título de culto a recuperar, y que previo paso por la famosa serie Felicity, de la que fue creador, tuvo su punto de inflexión hacia la acción con Monstruoso, había demostrado en sus dos trabajos para la nueva saga de El planeta de los simios que podía ser un cineasta sugestivo. El amanecer… y La guerra de planeta de los simios tenían rabia, mensaje político incrustado en su cine de género y, como en The Batman, gravedad sin imposturas.

Robert Pattinson, impoluto en su celebridad pos-Crepúsculo tras trabajar con algunos de los mejores nombres del cine de autor —David Cronenberg, James Gray, Claire Denis, los hermanos Safdie, Robert Eggers y Christopher Nolan—, está acompañado a la perfección por nombres con carisma, principalmente el jefe de Hampa al que interpreta John Turturro, y el siempre desequilibrante Paul Dano, que con su boca mínima y sus gritos máximos, y su rostro de eterno perturbado, parece nacido para ser Enigma. De fondo, la canción de Nirvana Something in the Way, de su insigne disco Nevermind, y que suena dos veces, ejerce de guía tonal para una película quizá menos auténtica y genial de lo que afirmará una parte de sus fanáticos, pero abierta de par en par a los eternos buscadores de las texturas sombrías.

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