1 de abril de 2022

La Universidad de Chile devuelve a Argentina siete cuadros de Ernesto Deira retenidos desde 1971

Antonia Laborde
El Pais

El pintor argentino Ernesto Deira (1928-1986) murió convencido de que los ocho óleos de su serie Identificaciones habían sido quemadas por orden del dictador Augusto Pinochet. El artista llevó sus obras a Santiago en 1971 para una exposición en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile, organizada por el Instituto de Arte Latinoamericano. Cincuenta años después de aquella exhibición, y tras casi dos décadas de negociaciones, los herederos de Deira, que presentaron una denuncia sobre el caso ante el Consejo Internacional de Museos (ICOM), han conseguido llegar a un acuerdo con la principal institución del Estado en educación superior pública para repatriar siete de los cuadros -hay uno que no se sabe dónde está, según la familia del artista-.

La serie del pintor argentino llegará este viernes a Buenos Aires custodiada por la Interpol y será trasladada inmediatamente al Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA). Está previsto que la próxima semana, en su primera visita oficial al país vecino, el presidente Gabriel Boric y su comitiva vean las obras que retratan la represión, el terror, y la “reivindicación de lo irreparable”, en las palabras de Carla Gebetsberger, gestora cultural del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales. Tras el recorrido de Boric, las obras -salvo una- serán quitadas y se expondrán al público en una muestra prevista para mediados de año.

Previo a las dictaduras de Chile y Argentina, Deira perteneció al colectivo de artistas de vanguardia andino Grupo Nueva Figuración. Uno de los cuatro integrantes, Luis Felipe Noé, se enteró en un viaje a Santiago en 2003 que el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), dependiente de la Universidad de Chile, conservaba los cuadros de su fallecido compañero en una bodega e informó a la familia.

“La situación era confusa, pero para nosotros estaba clarísima”, comenta por teléfono Silvina Deira, hija del artista. “Cuando nos dijeron que los cuadros estaban en las bodegas del MAC, nos pidieron una infinidad de papeles que demostraran que eran nuestros y nosotros les pedíamos a ellos los papeles que demostraran que los habían comprado. Finalmente se alinearon los planetas, cambió la dirección del MAC, cambió el embajador, pero este presidente [Boric] no tuvo nada que ver”, apunta desde el sur de Argentina.

Noé, de 88 años, y el único de los miembros del colectivo que sigue con vida, continúa escéptico a la repatriación de las obras. “No quiero opinar hasta que lleguen porque estoy cansado de la promesa de que llegan y nunca llegan, hasta que no arriben a Buenos Aires, no lo creo”, sostiene en un correo electrónico. Para el curador chileno Ernesto Muñoz, presidente de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA) y uno de los colaboradores de la familia Deira en las negociaciones, el Grupo Nueva Figuración eran “los cuatro grandes pintores de la época” de los sesenta y setenta en Latinoamérica. Un colectivo que “cambió el eje de las relaciones que había en la región, muy influenciado por el eje en La Habana”, agrega.

A mediados del año pasado, el artista y académico Daniel Cruz asumió como director del MAC, en reemplazo de Francisco Brugnoli, quien ejerció el cargo durante 23 años. A finales de 2021, la familia Deira logró un acuerdo con la Universidad de Chile, en el que estuvieron involucradas las embajadas de ambos países. El trato consiste en que durante tres años las obras pertenecen al MNBA y luego pasan a ser dominio de los herederos de Deira. En las negociaciones anteriores, la Universidad de Chile imponía dejar estipulado que “donaron” los cuadros al museo argentino y que este debía quedárselas. “Eso no lo íbamos a aceptar de ninguna manera. Es como que yo les dijese que voy a donar la Gioconda, algo que no es mío”, sostiene Silvina Deira.

“Las conversaciones para esclarecer el origen de las obras y el por qué de su vinculación con la Universidad de Chile tomó varios años de trámites e investigaciones”, explica Cruz en relación a la demora del acuerdo. “Por otro lado, el contexto sobre el cual se desarrolla esta historia se inscribe en un periodo oscuro de la dictadura de nuestro país. Era necesario, después de este tiempo, tomar una decisión eficaz y clara que contemplara el respeto sobre un patrimonio tan importante como es la obra de Ernesto Deira”, continúa.

En “la batalla campal” para conseguir la repatriación de las obras, como la describe Silvina Deira, Muñoz fue una pieza clave. Él la puso en contacto con el embajador chileno en Argentina en 2019, Sergio Urrejola. “Él tomó el caso y lo llevó a Santiago, con eso el tema salió la esfera de la familia Deira y el museo y se llevó a la casa central de la Universidad”, apunta Muñoz por teléfono. El sucesor de Urrejola, Nicolás Monckeberg, elevó el tema a las embajadas cuando la mayor piedra de tope con que se había encontrado la familia Deira era que las autoridades consideraban que era un tema entre particulares. “Los embajadores no eran de izquierda, como mi padre, pero consideraron que las obras no eran de ellos”, remarca Silvina Deira.

La familia decidió donarle un cuadro de Ernesto Deira al MAC en señal de agradecimiento por conservar las obras. Es un óleo de la década del sesenta titulado El Remolacho. Al otro lado de la cordillera, la serie Identificaciones hará su debut ante el público en una exposición prevista para julio o agosto en el MNBA. La familia está barajando realizar una charla en la muestra con un abogado de derecho internacional porque el caso de las obras “puede marcar un precedente”. En la misma línea, Cruz, director del MAC, cree que el acuerdo que los “enorgullece” invita a “seguir pensando cómo abordar temas complejos”, como el de los siete cuadros de Deira que permanecieron medio siglo en Chile.

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