9 de agosto de 2022

Desde crecer bajo tierra hasta autopodarse: los fascinantes secretos de las plantas para resistir al fuego

Cada año, el fuego arrasa amplias zonas en cada vez más países.

Parece ser que esta situación no va a ir a mejor en los próximos años y el aumento de las temperaturas y de los periodos de sequía, como consecuencia del cambio climático, no va a mejorar la situación.

Pero si el fuego arrasa con todo, ¿cómo consiguen las plantas sobrevivir y comenzar de nuevo con la formación de los bosques perdidos?

Un estudio publicado en la revista Oikos por un investigador español del Centro de Investigaciones sobre Desertificación (Valencia) nos muestra varias de las estrategias que siguen las plantas para renacer tras un incendio.

Plantas a prueba de fuego

La primera estrategia (y la más efectiva) es evitar tener que enfrentarse nunca al fuego.

¿Cómo lo consiguen? Muy fácil: crecen en sitios donde el fuego jamás será capaz de llegar. Por ejemplo, en las paredes de un barranco, en zonas encharcadas de forma continua o incluso bajo el agua.

Si tienen que vivir en un hábitat propenso a incendios, las plantas pueden seguir otras estrategias.

Algunos arbustos y árboles crean cortezas muy gruesas que intentan proteger lo máximo posible el interior de la planta. En todos los casos, los órganos más indefensos ante el fuego siempre son las hojas.

Ante esta debilidad, muchos árboles (como algunos pinos) se autopodan, haciendo que sus ramas inferiores se caigan. De esta forma, solo llamas de gran altura podrán afectar a sus hojas.

Otras plantas pueden mantener brotes bajo tierra (e incluso protegidos con otros tejidos vegetales) para renacer si el fuego acaba con las plantas adultas.

Semillas que nacen al calor de las llamas

Pero el fuego no es algo negativo para todas las plantas.

Hay especies que realmente lo necesitan para poder surgir y desarrollarse. Este es el caso, por ejemplo, de las jaras. No es casualidad que las jaras sean de las primeras plantas en colonizar el terreno tras un incendio.

Las semillas de jara caen al suelo y se mantienen enterradas durante varios años, en un estado de inactividad denominado dormancia.

Cuando un incendio arrasa el bosque, el fuego hace que estas semillas alcancen elevadas temperaturas, lo que provoca que se despierten.

De esta manera, germinarán rápidamente y podrán establecerse en un nuevo hábitat rico en nutrientes (toda la ceniza del incendio) y en ausencia de plantas competidoras.

A pesar de las estrategias señaladas, muchas especies vegetales resisten muy poco el fuego y son eliminadas totalmente de los bosques tras el incendio.

Si son especies vegetales con facilidad para dispersar sus semillas, puede que vuelvan a aparecer en poco tiempo en ese mismo lugar, procedentes de otros bosques cercanos.

Sin embargo, si resisten poco el fuego y no dispersan sus semillas fácilmente, un incendio puede acabar por completo con estas plantas. Esto provoca la desaparición de especies vegetales en la zona durante varios años o incluso para siempre.

Aprender a sobrevivir a los incendios

Todas las estrategias para sobrevivir al fuego son resultado de procesos evolutivos que buscan, por encima de todo, la supervivencia de la especie.

Para conseguirlo, las plantas tienen que aprender a hacerlo. Precisamente, un artículo publicado en Proceedings of the Royal Society B por investigadores de la Universidad de Sheffield (Reino Unido) explica cómo las plantas pueden aprender a hacer frente al fuego.

El estudio fue realizado con cuatro especies diferentes de gramíneas. Se utilizaron dos tipos de parcelas: una parcela que no se había quemado en 35 años y otra parcela que se quemó anualmente durante dos años.

En ambas parcelas crecían de forma natural las cuatro especies de gramíneas analizadas. Lo que hicieron estos investigadores fue coger esas gramíneas y trasplantarlas a macetas en un invernadero para estudiar su evolución bajo condiciones controladas.

Al cabo de un año, determinaron que las plantas sometidas a incendios anuales producían más semillas y más biomasa subterránea.

Por lo tanto, estas plantas centran sus esfuerzos en dispersar su progenie lo máximo posible y en crecer donde menos afecta el fuego (bajo tierra).

Entonces, todas las plantas se quemaron y volvieran a brotar por sí solas. De esta forma, los investigadores descubrieron que las plantas que eran sometidas a incendios continuos crecían mucho más rápido tras ser quemadas (a partir de los brotes enterrados).

Las plantas habían aprendido que crecer bajo tierra era fundamental para poder sobrevivir en un lugar sometido a tantos incendios. Habilidad que sus compañeras, inexpertas ante el fuego, no habían adquirido.

A pesar de que hay plantas que han aprendido a sobrevivir a los incendios, muchas otras no lo han hecho.

El fuego representa un enemigo insaciable para el ser humano y todos los seres vivos del bosque. Por eso, debemos hacer todo lo posible para evitar su propagación en los bosques.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *