16 de enero de 2023

‘Enero seco’: un reto para reducir el consumo de alcohol con algunos beneficios y muchos riesgos

DANIEL MEDIAVILLA
EL PAÍS

Hace diez años, la organización Alcohol Change UK lanzó la iniciativa Dry January (Enero seco), lanzando un reto a la sociedad británica para reducir el consumo de alcohol. En aquel país, que entre 1960 y 2002 había visto triplicar el número de muertes por cirrosis por habitante, la iniciativa se convirtió en un éxito. Tras recibir el apoyo del Gobierno, en 2015, este año se estima que más de 8 millones de personas intentarán pasar enero sin probar alcohol. En España, aunque el consumo de alcohol de una parte de la población sigue siendo excesivo, las cifras no son tan preocupantes. En un estudio reciente, se ha observado que entre 1990 y 2019, la tendencia ha sido a un ligero descenso del consumo. No obstante, en estas fechas de buenos propósitos, el enero seco está empezando a encontrar practicantes.

Sobre su utilidad, algunos estudios son optimistas. Una encuesta de la Universidad de Sussex de 2019 indicaba que el 59% de los participantes bebían menos en junio que antes de iniciar el reto. En el otro extremo, un 11% había experimentado un efecto rebote y bebían más que antes. Esto sucedía, principalmente, entre los que no habían logrado completar los 31 días sin alcohol. Como resultados subjetivos, solo un mes de abstinencia alcohólica servía para mejorar la calidad de vida, incrementar la concentración o mejorar la calidad del sueño.

Ramón Bataller, jefe del servicio de hepatología del Hospital Clínic de Barcelona y portavoz de la Asociación Española para el Estudio del Hígado, cree que hay aspectos positivos de este tipo de campañas y algunos riesgos. “Por un lado, estas campañas online y las aplicaciones que te ayudan para motivarte y hacer un seguimiento pueden ayudar a mantener el propósito”, señala. Y también, “después de esta época de gran consumo que es la Navidad, es una manera para dar un paso que va a ser beneficioso para tu salud”, añade.

Como problemas, Bataller, que escribió un artículo en la revista Nature analizando la iniciativa, ve dos. “Esto se puede ver como un truco para parar un mes, pensar que estás limpio, y volver en febrero a los hábitos de siempre”, indica. “Hay un segundo problema y es que este plan de dejar de beber de repente no sirve para las personas con una adicción importante. El síndrome de abstinencia es muy peligroso, puede ser incluso letal y te puede hacer enfermar muy rápidamente. No olvidemos que el alcohol es una de las drogas más adictivas que existen”, concluye.

Iñaki Galán, investigador del Centro Nacional de Epidemiología (CNE) del Instituto de Salud Carlos III, afirma que “aunque la gente se ha ido adhiriendo a este tipo de campañas, el consumo global no ha disminuido. Es una medida más, no es una medida mágica y el impacto a nivel poblacional es escaso, aunque todo lo que signifique reducir el consumo es bueno”. Para el epidemiólogo, un punto interesante de esta iniciativa puede ser que “la gente se dé cuenta de que cuando intenta dejar de beber durante un mes le cuesta, que tienen un componente de adicción que no había identificado”.

Como en cualquier cambio en el estilo de vida, aunque la motivación inicial de incorporarse a un reto puede ser útil, el éxito depende de una comprensión de lo que dificulta el cambio y de un entorno social propicio. Sobre el primer aspecto, Bataller comenta que es importante “identificar la causa subyacente que te puede estar llevando al alcohol”. “Si tienes dolor crónico o ansiedad y bebes para afrontar esos problemas, es necesario tratar también esas causas para poder tener éxito, con terapias conductuales o medicamentos de apoyo”, explica.

Aunque el esfuerzo individual no sea desdeñable, es muy difícil cambiar un hábito como el consumo de alcohol si está socialmente normalizado. Igual que se consiguió que se vea como una aberración fumar en un avión o mientras se pasa consulta en un hospital, Galán cree que para lograr reducciones importantes en el consumo de alcohol, “se tiene que desnormalizar”. “A través de los precios y de las tasas al alcohol, que tomar una cerveza no sea incluso más barato que beber un refresco, se puede avanzar, por ejemplo. Es difícil, pero se han conseguido éxitos como el del tabaco, que antes fumaba el 70% de la población y ahora poco más del 20%, o con el uso del cinturón de seguridad”, ejemplifica Galán. En el caso del tráfico, las medidas punitivas y las campañas informativas hicieron posible una reducción del 80% de la mortalidad en carretera en 30 años, de los 9.344 de 1989 a los 1.755 de 2019. Galán reconoce que el alcohol es algo muy integrado en la sociedad, pero niega que sea una necesidad para las relaciones sociales. “En los países musulmanes, no se consume alcohol y no hay ningún problema”, asegura.

En España, según datos del ministerio de Sanidad, un 18,6% de las personas entre 15 y 64 años bebe alcohol por encima de los niveles establecidos como de riesgo bajo y un 5,2 realiza un consumo de riesgo elevado. Pese a no ser la panacea, unos cuantos millones de españoles se pueden beneficiar, aunque sea temporalmente, de intentar pasar un mes sin la droga más consumida en casi todo el mundo.

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